Hasta
cuando, bajo el peso de los programas y
estrategias.
Tras leer el excelente post de mi
compañero Eduardo mis pensamientos no han podido evitar volver a darle vueltas
a una circunstancia, que en el ámbito de la gobernanza mundial de la salud principalmente,
debería ser analizada en profundidad a mi modesto entender.
Partiendo del supuesto de que una
estrategia, un plano estratégico o un programa, todo ello en el ámbito del
sector salud, puedan ser definidos como "instrumentos de los que nos
servimos para operacionalizar las políticas de salud a través de la
planificación, ejecución y evaluación de acciones de promoción, prevención,
tratamiento y recuperación de la salud" y analizando, a ojo de buen
cubero, el contexto internacional actual en relación a la gobernanza de la
salud, podemos apreciar la ingente cantidad de estrategias y programas que en
los últimos 40 años han sido puestos en marcha, algunos de ellos ya cronificados en la gigantesca
burocracia made in ONU y Cya.
Los Objetivos del Milenio, de los
que pronto tendremos su secuela, salud para todos en el año 2000, Programa
Mundial de Acción en Salud Mental, los Planes Alargados de Vacunación, y un sin
fin de nobles y en general necesarias estrategias para conseguir que el derecho
a la salud sea disfrutado por todos los ciudadanos de la tierra.
Pero si miramos
retrospectivamente encontramos que solo uno de esos programas ha respondido a
lo esperado. Entendiendo que el papel de un programa es el de surgir, crecer, y
morir, tras haber solucionado o normalizado lo máximo posible una situación o
coyuntura extraordinaria, para posteriormente dejar que el sistema sanitario
integre en sus acciones de rutina la continuidad asistencial al problema
identificado.
Dicho programa
al que no referimos anteriormente fue El
Programa de Erradicación de la Viruela (1966-1980), que tras una coherente planificación, una
buena inyección de recursos y una excelente dedicación de los profesionales
encargados de su implementación, entre algunos de los factores de su éxito, consiguió
su objetivo ratificado el 8 de mayo de 1980 en la XXXIII Asamblea de la OMS,
con la aceptación del informe final de la Comisión Global para la erradicación
de la viruela.
Tenemos pues qué seguir planificando acciones especificas de prevención
o abordaje, dentro de estos titánicos programas o estrategias, para ciertas enfermedades o practicas no
saludables o puede el sistema integrar dichas acciones dentro de su rutina de producción
y prestación de servicios, al tiempo que lo presupuestos de dichos programas se
suman a los presupuestos de los sistemas sanitarios.
No podemos evitar a estas alturas que nos surjan algunas preguntas, a
las cuales nos cuesta dar respuesta. Si bien nuestra principal preocupación
surge sobre la duda de si se puede gestionar la salud en base a programas.
Evidentemente
no vamos a descubrir nada al afirmar que los recursos son los que son y que a
poco que analizáramos el costo que conlleva el mantenimiento de todos estos
programas o estrategias, especialmente su implementación en países de bajos y
medios ingresos, nos asaltan las dudas sobre si no sería mejor reforzar e
invertir en los sistema sociosanitarios.
Quizá sea el
momento de realizar un análisis en profundidad sobre el impacto y el
costo-utilidad de esta batería de programas, para poder tomar decisiones de
implementación o no, y caso de que no poder direccionar recursos a los sistemas
sanitarios.
Su entrañable
tío matt
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